premios y sanciones

Los expertos señalan cómo castigar y conseguir resultados efectivos en función de la madurez de los hijos .

Los usamos con demasiada frecuencia: «sin dibujos una semana por sacar malas notas», «esta tarde no juegas con la wii por poner los pies en el sofá», «como no vengas hora mismo a cenar, mañana no vas al cumpleaños»... Son demasiados intentos a la deseperada por conseguir que nuestros hijos nos hagan caso. Sin embargo, el castigo, si no se utiliza correctamente, pierde su efectividad.
Los expertos en la materia apuntan que si lo empleamos con excesiva frecuencia y recurrimos a él como nuestro principal recurso, el niño se acostumbra a ellos de tal manera que formará una parte habitual de su día a día y perderá efectividad. Además, si no somos tajantes y no hacemos que el castigo se cumpla con firmeza hasta el final, cada vez que lo impongamos éste perderá fuerza y el niño pensará que nuevamente se podrá librar de él, por lo que repetirá sin temor la mala conducta.
Aún así, el castigo debe ser el último recurso para evitar una determinada conducta. Como primer paso es conveniente mostrar al niño lo que debe y lo que no debe hacer. De esta manera sabrá —porque con anterioridad no tiene porqué saberlo— a qué atenerse.

Según Alfonso Ladrón, psicólogo clínico del servicio de Psiquiatría del Hospital Clínico San Carlos, existen otras alternativas antes de llegar al castigo «reforzando comportamientos mediante recompensas», es decir, recomienda premiar cuando ha hecho una buena conducta —«como hoy no has saltado en el sofá, después del postre tienes un helado»— y ser reiterativo hasta que un día deje de saltar porque ya lo tiene asumido como un hábito positivo.

pataletas y rabietas

Rabietas y pataletas: parte del proceso de aprendizaje

La dulzura de nuestro pequeño se ve afectada cuando un grito que sale de lo más profundo de su ser, logra desestabilizarnos y hacernos perder el control. Aunque en ese momento pareciera que la paciencia se nos agota, lo más importante es recordar quién tiene el control y mantenerlo, porque lo que parece una rabieta pasajera, forma parte del crecimiento y la formación del menor. De como nuestro pequeño sea controlado durante esas rabietas y pataletas, dependerá en gran parte su comportamiento futuro.
Por lo general, estos episodios que tanto disgustan a los padres se presentan durante la primera infancia (0 a 5 años). De acuerdo con los expertos, estos comportamientos descontrolados surgen por la dificultad de los pequeños de expresar sus emociones insatisfechas debido a que se encuentran en una etapa de exploración y conocimiento de su yo y de su entorno. Por eso es tan importante controlar y manejar con autoridad y respeto estos episodios.
 

5 consejos para controlar las rabietas y pataletas

  1. Conservar la calma: parece imposible, pero es importante que los padres mantengamos el control, de lo contrario, actuaríamos al mismo nivel que nuestros hijos dejándonos llevar por impulsos. Los padres debemos tener total control de nuestras emociones.
  2. Mantener la autoridad: de lo contrario, nuestro hijo se dará cuenta que con este tipo de comportamientos podrá obtener todo lo que desea. Es importante dejar claro que con las rabietas y pataletas no lo conseguirá.
  3. Mantener el respeto mutuo: ni los padres deben sobrepasarse con los niños, ni los niños deben ser groseros con los padres. Los papás deben hacerle entender al pequeño que sólo lo escucharán si se calma, no sólo porque debe ser respetuoso, sino porque al hablar gritando y llorando, nadie le entenderá.
  4. Hablarle con firmeza y a los ojos: es ideal hablarle al pequeño a los ojos, esto es, ubicarse a su altura manteniendo una postura corporal firme. Con esta misma firmeza, pero siempre manteniendo el respeto y dejando de lado el maltrato físico, tomarlo de los hombros y mirarlo fijamente a los ojos hasta que el niño responda a esa mirada. Esta es una muy buena señal y se convierte en el mejor momento para hablarle.
  5. Esperar que se tranquilice solo: si después de intentar conciliar no se obtiene algún resultado, lo que deben hacer los padres es dejar que el niño se desahogue, eso sí, tras manifestarle que esa es una actitud destructiva que se debe evitar. Los padres pueden decirle que mientras él tenga esa actitud, ellos se mantendrán alejados hasta que se calme. Naturalmente nos alejaremos un poco de nuestro hijo simulando indiferencia, pero sin perderlo de vista.

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